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En la parte occidental de Europa se encuentra Irlanda, una isla relativamente desconocida con respecto a su oferta para amantes del MTB. Después de mi viaje me di cuenta de que tiene un poquito de todo. Tanto si te gustan las rutas sinuosas como si prefieres los saltos o los descensos técnicos, aquí encontrarás lo que quieras.

Tenía cinco días para explorar las redes de rutas y disfrutar de la hospitalidad irlandesa. Nuestro viaje empezó en cuanto cogimos el barco desde Escocia y llegamos al puerto de Belfast a primera hora de la tarde. El primer lugar por donde monté fue nada más bajar del barco en Cave Hill, en los alrededores de un castillo con vistas al puerto de Belfast; una oportunidad ideal para estirar las piernas después de toda la mañana de viaje.

Subimos por praderas y salimos del bosque con vistas a la ciudad de Belfast y al mar de Irlanda. Los caminos por esta zona estaban bien pensados y ofrecían mucho que ver, ideales para empezar a probar la zona y disfrutar de una tarde de exploración; cada ruta había sido creada a mano, de manera natural, y a través de amplias extensiones de helechos.

Esa noche nos quedamos en Belfast y salimos para conocer el ambiente de la ciudad. Tras probar una de las cervecerías del lugar, nos fuimos a casa para prepararnos para madrugar rumbo al sur. Pasando por Dublín, nuestra siguiente parada sería el Glencullen Adventure Park que, como siempre he dicho, es el bike park número uno de Irlanda. Desayunamos al estilo irlandés y pasamos el día usando minibuses y tráilers como medios de transporte. Aquí hay rutas para todos los gustos, desde vías sinuosas y divertidas hasta rutas con grandes saltos, huecos y caídas, además de terrenos más técnicos y graduales. El rápido sistema de transporte nos permitió dar varias vueltas por cada una y encontrar nuestras versiones favoritas.

El punto más austral al que fuimos fue Ballinastoe. Justo al pie del monte Wicklow, ofrecía un paisaje alucinante. Tenía la sensación de estar en mitad de la nada, y aun así disfrutaba de rutas de bicicleta de montaña muy bien diseñadas y preparadas. Ballinastoe ha invertido mucho en la creación de rutas, con dos negras nuevas que van desde el punto más alto de la colina: una sinuosa y otra más técnica y natural hasta el pie de la montaña, con terraplenes ideales para sonreír de oreja a oreja. Cerca del aparcamiento y de la cafetería se encontraban las nuevas vías azules que ofrecían unos descensos impecables con terraplenes enormes con rollers por el camino.

Después de un largo día pedaleando, me paré en lo que se conoce como una visita imprescindible para amantes del MTB: Round Wood Stores. Allí me encontré tartas recién hechas, café, cosas para almorzar y productos típicos irlandeses. Merece la pena pararse antes o después de la excursión para aprovisionarse bien. Desde ahí, el viaje volvió a poner rumbo norte y la siguiente parada sería el centro de rutas de bicicleta de montaña más cercano a Dublín, Ticknock. Decidimos empezar temprano e intentar ver el amanecer sobre la ciudad. Al llegar a la cima vimos cómo despuntaba el sol entre las nubes y fue precioso.

Las rutas aquí eran distintas a las que vimos los días anteriores. Eran grandes secciones de terraplenes construidos a máquina y saltos con partes pedregosas puestas a mano. Tenían fuertes superficies para que durasen más y pudiesen disfrutarlas corredores de todas las categorías, durante todo el año. Me sorprendí en estas, porque fluían muy bien y, si buscas bien, hay huecos por encontrar. De lo que me di cuenta es de que tener una variedad de rutas para diferentes niveles, con instalaciones como aparcamientos y cafeterías tan cerca de la ciudad, es una manera estupenda de fomentar el MTB en la comunidad local.

Después de haber empezado temprano, nos dirigimos a la ciudad y pasamos la tarde explorándola. Visitamos la famosa fábrica de Guinness y descubrimos que el agua que se usa para la elaboración de la cerveza viene de las montañas por las que habíamos pedaleado en los últimos días. Al llegar al último piso, la visita incluía una pinta en el bar con vistas panorámicas. Trago a trago, descansamos y disfrutamos de las vistas de la ciudad. En un día despejado como el que tuvimos, se ven las rutas de Ticknock.

Nuestro último destino nos llevaría una hora y media al norte de Dublín. Llegamos tarde pero al final alcanzamos Rostrevor, conocido por su interés para montar. Teníamos nuestro alojamiento justo a las afueras del pueblo y el East Coast Adventure Centre nos puso en contacto con el corredor de la Copa del Mundo, Chris Cumming, que fue tan amable de enseñarnos la zona. Gracias a él, recorrimos un sendero de sentido único que atravesaba el bosque, con la dosis justa de barro, todo un paraíso. Tras pasar la mañana por senderos naturales, pasaríamos la tarde recorriendo rutas marcadas con saltos y terraplenes antes de pasar a descensos técnicos. Después de pasar todo el día montando, terminamos y nos dirigimos al puerto para coger el último barco con destino Belfast.

Para este viaje, me llevé mi SCOTT Genius Super Trail Tuned. Equipada con Fox’s 36 Grip 2 Fork y Float X Nude, se enfrentó a todo sin problemas y me ofreció un buen equilibrio entre rendimiento para escalar y disfrute en los descensos gracias al sistema TracLock.

¿Cómo resumiría mi viaje a Irlanda? Después de visitar 5 ubicaciones, monté por 5 tipos de camino distintos, cada uno de ellos con paisajes únicos, y descubrí parte de la cultura y de la hospitalidad del país. Sin duda, volveré.


Bicicleta SCOTT Genius ST 900 Tuned
Bicicleta SCOTT Genius ST 900 Tuned
Casco SCOTT Tago Plus (CE)
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Rodilleras SCOTT Grenade Evo Zip
Rodilleras SCOTT Grenade Evo Zip