We have a more suitable website version for you. Please confirm your country to get the right product availibility and even purchase online.

Picos volcánicos, profundos valles e impresionantes formaciones rocosas. Holger Meyer y Karen Eller, acompañados de un grupo de personas de la zona, inician un viaje de descubrimiento por los senderos frente a la costa occidental de África, explorando los caminos y los pintorescos paisajes. La isla de Santiago presenta una variedad de accidentes geográficos y una rica y diversa vegetación, el paisaje ideal para la aventura y el ciclismo de montaña.

El recorrido

“Lo siento, señor, no puede embarcar”, me dice el empleado de facturación de la línea aérea. Yo quería disfrutar de un pescado fresco a la brasa en la orilla del Atlántico. Moritz y Karen se miraron sorprendidos cuando les expliqué que mi pasaporte, con validez solo para cuatro meses más, no me permitía viajar a África. “¿África? Creíamos que íbamos a una isla portuguesa”.

Las islas de Cabo Verde, situadas en medio del océano Atlántico, son una república independiente desde 1974, que no pertenece a la Unión Europea. Moritz y Karen despegaron del aeropuerto de Múnich sin mí. Yo embarqué rumbo a Cabo Verde con un nuevo pasaporte un día después. Tras una hora de recorrido por las tortuosas carreteras de la isla de Santiago, llegamos a Tarrafal. Teníamos la intención de explorar la isla a partir de ese punto con nuestras bicicletas. Los caminos suelen terminar a la orilla de la playa. Cabo Verde es más conocida por el windsurf, pero las características geológicas de Santiago presentan interesantes senderos para el ciclismo de montaña. La cumbre más alta es el Pico da Antónia, a 1394 metros.

Día 1

Nuestro primer día se inicia con un recorrido hasta el puerto de montaña más alto de la isla.
Pero Cabo Verde no es Finale Ligure. Te das cuenta en cuanto subes al transporte. Una estridente música de reggae resuena en los altavoces mientras montamos nuestras bicicletas en la plataforma de la camioneta.

Nos sentamos en el banco de madera junto a ellas. Al parecer, el número de bicicletas y de pasajeros es ilimitado.

No te preocupes, ya se irán bajando. Una vez arriba, chocamos los cinco y hablamos con nuestro conductor sobre el siguiente punto de recogida.

Bruno y Adelson serán hoy nuestros guías. Bruno es suizo, y el jefe de la estación de bicicletas en Tarrafal. Adelson es isleño, y empezó a montar en bicicleta hace solo dos años. Lo hace muy bien, y habla la lengua criolla local.

Nuestro día se inicia en la "Serra de Malagueta", el parque nacional de la isla, desde donde parten varios recorridos. La primera parte de la ruta es cuesta arriba por una carretera de tierra. La vista a izquierda y derecha es impresionante: un paisaje de colinas con acantilados característicos y cañones que llegan hasta el océano. Arriba, la densa vegetación parece selvática; más abajo se torna más árida y volcánica. Saludamos cortésmente a los guardabosques antes de pasar al modo de descenso y adentrarnos por el sendero recién despejado. Hace solo unas semanas, Adelson y su grupo estuvieron en las montañas con sierras y machetes despojando los senderos de la vegetación que había crecido durante el invierno.

El descenso resulta aún más agradable. Unas cuantas curvas controlan la velocidad, y luego aceleramos a fondo. El sendero serpentea por la cresta con gran fluidez, en combinación con algunos tramos más técnicos. Justo lo que se espera del ciclismo de montaña. Pasamos frente a algunas cabañas solitarias y de aspecto abandonado que, sin embargo, están habitadas. Esta gente cultiva algunos metros cuadrados de tierra de los alrededores y son en su mayor parte autosuficientes. Siempre los mismos cultivos: maíz, judías y calabazas; tres especies que viven en simbiosis y requieren muy pocos cuidados. Algo muy práctico.

Al llegar a una de las cabañas nos desviamos por un pequeño sendero a la izquierda. El recorrido se vuelve más técnico: hay piedras que interrumpen el camino y hay que hacer algunos giros cerrados. Al llegar al fondo, el sendero desemboca en una estrecha carretera de tierra que conduce a la aldea de los Rabelados. “Rabelados” significa 'rebeldes' en la lengua criolla. Sus habitantes viven aquí de forma autónoma desde hace años, al margen de la legislación colonial portuguesa y de la Iglesia católica. Hoy forman una comunidad en la que crían cerdos y otros animales, y practican la agricultura, mientras siguen siendo independientes de la sociedad. Son rebeldes, como han sido siempre.

De regreso al hotel, echamos un vistazo a la zona adyacente, que es un punto de surf. Paxiola, uno de los guías que trabajan con Adelson, vive aquí en una cabaña de paja con cinco jóvenes compañeros. Hoy nos ha invitado a conocer su proyecto social: la Surf Cabana. Paxiola, que no tiene padres, fue acogido por el grupo de la cabaña. Cada día, una persona distinta se ocupa de la cocina. Los residentes hacen baratijas con conchas que encuentran en la playa, con lo que contribuyen a la base económica de la comunidad. El resto del tiempo hacen surf o montan en bicicleta. Por las tardes, encienden hogueras en la playa frente a las tranquilas puestas de sol.

Día 2

Hoy es nuestro gran día. El Kingfisher Trail es una auténtica aventura: el plan es subir al transporte para atravesar la isla en bicicleta y regresar en barca. Conducimos por un terreno similar a una estepa, con algunos sectores planos, a los que siguen varios tramos rápidos sin mayores dificultades técnicas, hasta llegar a un punto donde el sendero conduce a un cañón a nuestra izquierda. Adelson nos advierte con la palabra "care", (cuidado), cuando empieza el traqueteo de piedras sueltas del camino. Tras un breve sector muy técnico, nos detenemos un instante a tomar aliento. Adelson nos comenta que por aquellos alrededores, en medio de ninguna parte, vive un tipo que cultiva drogas, y de pronto aparecen unos pavos reales que nos atacan.

Nos alejamos rápidamente de allí. El sendero recorre una cresta que desciende por un tosco terreno rocoso, con empinados barrancos a ambos lados. El sol nos abrasa mientras el terreno se vuelve cada vez más árido, a medida que vamos perdiendo altitud. Nuestro objetivo es llegar al mar, concretamente a la playa, desde donde no hay posibilidad de regreso.

A menos que tengas un amigo que lleve una barca. Le pregunto a Adelson si había hablado de la barca con su compañero Nelito. “Yeeh” es su escueta respuesta, que interpretamos como un definitivo “sí”. Con esa seguridad, seguimos pedaleando hasta que de pronto nos encontramos ante un precipicio en el que acaba el sendero transitable. Adelson señala el desfiladero y asiente con la cabeza. Decido ser el primero en probar suerte; me encuentro con unas cabras que saltan por delante de mí, oigo las voces estridentes de los monos en los árboles, y de repente estamos en medio de la jungla. La vegetación aquí es diferente, el río que forma el cañón que nos rodea tiene destellos de color verde, y los árboles nos dan una refrescante sombra que nuestro cansancio agradece. Pronto nos vemos obligados a cargar nuestras bicicletas al hombro. Tenemos que bajar por una pared de roca. Lo logramos. Ahora, el estrecho sendero va serpenteando sobre un suelo de arena hasta el océano, dejándonos directamente en la playa: una impresionante bahía se extiende frente a nosotros. Nos sobrecoge una escena que parece sacada del relato de Robinson Crusoe. Nos despojamos de nuestro sudado atuendo de ciclistas y corremos todos hacia el agua.

Justo en ese momento vemos la colorida barca de pesca que entra en la bahía. Nelito nos da una amable bienvenida y posiciona la barca en ángulo frente a la playa para que podamos subir con nuestras cosas. No es fácil asegurar las bicicletas en la barca, pero aún así la abordamos hacia el mar. Por suerte, contamos con chalecos salvavidas.

Cuando todo el mundo ha subido, Nelito saca unas cañas de pescar y nos dice que tenemos una hora para capturar la cena. "Naturaleza salvaje" no alcanza a describir el amplio espacio que se extiende ante nosotros cuando salimos del refugio de la bahía y nos adentramos en mar abierto.

Karen está aterrorizada; siento la fuerte presión de su mano mientras mira a su alrededor con ojos muy abiertos. Las olas son muy altas, y la barca muy pequeña. Pero Nelito, el pescador, parece tenerlo todo controlado.

Como surfista experimentado, conoce cada bahía y hasta el nombre de cada ola. Una hora más tarde entra con la barca, y con nosotros sanos y salvos, en la bahía de Tarrafal. No conseguimos pescar nada; la travesía nos mantuvo demasiado agitados para ocuparnos de otra cosa. Pero, como regalo de despedida, Nelito nos entrega un pez enorme que había pescado antes al salir. ¡Un apetitoso pescado a la brasa para la cena!

INFORMACIÓN

Santiago es la isla más grande del archipiélago volcánico de Cabo Verde, frente a la costa occidental de África. Es especialmente conocida por sus playas, su cultura criolla de origen portugués y africano, y su actividad durante el antiguo comercio de esclavos.

Al sur de la isla se encuentra Cidade Velha, un importante asentamiento de los antiguos colonos portugueses. La picota de mármol (Pelourinho) es un recordatorio del lugar donde se encadenaba a los esclavos. Su actual capital, Praia, al sur de la isla, con una población de 127 000 personas, es la ciudad más grande de Santiago. El punto más alto de la isla es el Pico da Antónia, con una elevación de 1394 metros.

Moneda
Escudo de Cabo Verde 1 € ≈ 110 CVE

Idioma
Creole (criollo)

Tienda de bicicletas
Estación de bicicletas The Place

Viajes
Scott Travel Die Rasenmäher

Alojamiento
Hotel Kingfisher Village