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LA OSCURIDAD ES TOTAL, ¿QUÉ PASA CON EL HUSO HORARIO?

Un hombre me intenta quitar la bolsa de la mano: "¿Taxi?" Estamos en el aeropuerto de San José en un ambiente de lo más bullicioso. Son las 3 de la mañana, a pesar de que en el billete del vuelo pone que no llegamos a la capital de Costa Rica hasta las 7 en punto. Si ese fuera el caso, el sol ya habría salido y nuestro guía estaría aquí para recogernos. Pero estamos perdidos y desorientados, nos cuesta un horror mantener los ojos abiertos y lo importante ahora es mantener a distancia a todos los taxistas que nos gritan para ofrecernos sus servicios. Entre la multitud descubrimos que se dirige hacia nosotros un joven de aspecto deportivo con pantalones de ciclista y gorra de béisbol. Debe de ser él. Parece igual de cansado que nosotros, pero se ríe mientras nos estrecha la mano. Sí, es él: nuestro guía, Paulo. Cuando por fin sube nuestro equipaje a su camioneta, nos explica que por pura casualidad consultó la hora de llegada del vuelo antes de acostarse y vio que el aterrizaje estaba previsto con cuatro horas de antelación.

“¿Tenéis hambre?” Paulo revuelve el interior de su mochila con la mano derecha sin apartar la vista del tráfico. Nos pasa una fiambrera con mango recién cortado. Todo un detalle: ¿lo habrá preparado especialmente para nosotros…? Paulo se ríe: “¡Qué va! Se lo he quitado del frigorífico a mi padre.”


La leyenda del freeride Richie Schley nos ha convencido para viajar a Costa Rica. No costó mucho trabajo convencer a Tobi Geißler, Sebastian Doerk y a mí. Estamos a comienzos de marzo, y después de 14 horas de vuelo, la idea de pasar una semana de verano nadando es simplemente irresistible.



A la mañana siguiente, Paulo viene a recogernos al hotel para hacer la primera salida en bicicleta. Es de día, y observo que no lleva ni siquiera una pegatina de publicidad en la camioneta. Me parece raro, porque vive de las bicicletas y ha sido campeón nacional tanto en cross como en descenso. Tengo la impresión de que a Paulo no le apetece hablar del asunto; agacha la cabeza y con cuidado coloca una lona sobre las bicis. Visto desde fuera, cualquiera pensaría que llevamos la camioneta cargada de plátanos.


En esta salida subimos a 2500 metros sobre el nivel del mar. Por un camino entre granjas atravesamos aldeas antiguas y establos con caballos y gallinas hasta llegar a un mirador. Aquí, Paulo aparca en mitad de la espesura y detiene el coche. La vista se abre sobre colinas verdes entre arroyos y plantaciones de café hasta donde alcanza la vista. En el horizonte, el Pacífico resplandece con el reflejo del sol. ¿Dónde está el sendero? Seguimos a Paulo por la maleza, pero esto no se parece en nada al comienzo de un sendero.

Atravesamos con dificultad cinco o seis metros de maleza hasta que descubrimos algo que parece un hoyo en el suelo, pero que al poco identificamos como un sendero. Pasamos por un túnel verde de helechos y enredaderas que cuelgan de las ramas y que parecen querer atraparnos en sus redes. El suelo está sorprendentemente seco y ofrece buen agarre; la estación de lluvias no comienza hasta abril, las raíces no resbalan y vamos a un ritmo increíble, hasta que al final de un ascenso de varios cientos de metros tenemos que detenernos para soltar las manos un poco.


Paulo está encantado de vernos disfutar de su “pequeño tesoro:” – su nuevo sendero. Y tiene mucho más que enseñarnos, a pesar de que recorremos territorios que no son de su propiedad. Con tan solo 200 kilómetros de ancho, este país encajado entre el Caribe y el Pacífico es una mezcla de parques nacionales y fincas privadas. Es un territorio más bien pequeño para los apasionados del ciclismo. Pero Paulo ha formado parte de la selección nacional de Costa Rica y lo conocen bien en todos lados. Confían en él cuando les dice: Voy a trazar un sendero por tu finca, y solo lo vamos a recorrer yo y un grupo de ciclistas escogidos. Por eso lleva un coche sin ningún tipo de publicidad, porque quiere mantener en secreto la entrada del sendero. Seguimos atravesando la maleza. Las curvas son cada vez más estrechas, sube la temperatura y la humedad, corre el sudor. Tenemos que cruzar un par de ríos hasta llegar a la plantación de café donde acaba el recorrido. Desde aquí rodamos un poco más y llegamos a un restaurante pequeño que hay al lado de una cascada. Por supuesto, aprovechamos al máximo el tiempo y disfrutamos de una ducha al aire libre mientras esperamos a la comida.



La siguiente obra de arte de Paulo es un sendero en Providencia, algo más al sur. Nada más bajarnos de la camioneta, nos volvemos a perder en un laberinto de selva, polvo y curvas de 180 grados. Nos encontramos un par de caídas y de raíces que nos impiden el paso. Nos detenemos un momento en un claro de la jungla. Es como Alemania: arroyos abiertos, bosques y terreno ondulado, es un trocito de la Selva Negra en mitad de América Central. Poco a poco, el camino serpentea hasta que salimos del valle. No se ve ni un alma. De repente, nos encontramos de frente a un hombre armado con un machete. Parece bastante agresivo, hasta que reconoce a Paulo; es Marinho, dueño de los terrenos por los que rodamos. Nos estaba esperando. Esa noche la pasaremos en su casa, una cabañita de madera que tiene en su granja. Marinho se había adelantado a nuestra llegada para despejar el sendero. Cuando llegamos a la cabaña, nos esperaba su mujer con un almuerzo espectacular a base de tortillas, arroz y frijoles.


Tras descender por uno de los senderos favoritos de Paulo que se parece bastante a una pista de bobsleigh, seguimos rumbo al sur en busca del Pacífico. “Me haría mucha ilusión bajar desde la cumbre más alta, el Cerro Chirripó, hasta la playa. ¡Eso sería un descenso de 3820 metros!” explica Paulo mientras pisa a fondo el acelerador para subir por una pista de arena. La siguiente parada es un lugar increíble: el Valle de Dota, con un río idílico, cabañas de madera y una cantidad increíble de aves. El tucán, con su gigantesco pico, aletea entre los árboles, mientras una nube de colibríes se aleja nerviosa cuando llegamos a la terraza de madera de nuestra cabaña. ¡No hay lugar mejor para un cóctel margarita! Costa Rica también tiene playas en el Caribe, pero las mejores rutas están por esta zona, por eso hemos venido a la costa del Pacífico. Cuando llegamos a Playa Hermosa nos quedamos alucinados: una playa interminable con arena oscura, un par de palmeras, una hamaca, un lugar perfecto para el surf justo enfrente de nuestro hotel ¡y todo para nosotros solos! Y por si fuera poco estar en el paraíso, también tenemos un parque repleto de senderos justo aquí al lado.


El último día comienza con un poco de surf matutino. Seguidamente, nos subimos a las bicis y recorremos una ruta preciosa con raíces por todas partes que recorre la selva a poca distancia del mar. José, el guía del hotel, solo consigue levantarnos de la hamaca por la tarde con la promesa de llevarnos a ver cocodrilos.  Poco a poco, remontamos el río a bordo de una barca. José guía la barca y su compañero lleva un cubo lleno de pollos. Poco tiempo después, empiezan a aparecer los primeros troncos de árbol flotando en el agua.

Jimmy salta de la barca, el agua le llega hasta la rodilla y empiezan a aparecer mandíbulas con hileras de dientes enormes. Jimmy arroja un pollo a un metro y los cocodrilos saltan hacia él. “Tengo que volver aquí con mis hijos, ”le comento entusiasmado a José. “¡Cuando quieras!”, responde José. “Lo que no sé es si Jimmy seguirá aquí, pero por mi parte estaré encantado de volver a verte.”



El país

Costa Rica es un país situado en América central, al sur de Nicaragua y al norte de Panamá. Con tan solo 200 kilómetros de ancho, está rodeado por el Caribe al este y por el Pacífico al oeste. La cumbre más alta del país, el Cerro Chirripó, está situado en el interior del país y alcanza una elevación de 3820 metros. La selva llega hasta los 3400 metros de altitud, y a veces se puede llegar a ver el mar desde la jungla en altitud. Gran parte del territorio de Costa Rica está en manos privadas o forma parte de parques nacionales, de manera que existen pocos senderos para bicicleta en lugares remotos. Por eso son tan especiales los recorridos que ha preparado Paulo Valle, antiguo componente del equipo nacional que además es un auténtico mito en su país.

Viajar

La mejor época para viajar a Costa Rica es de diciembre a abril, en la estación seca, cuando las montañas ofrecen temperaturas de entre 25 y 30 grados. Por otra parte, en las zonas de playa las temperaturas son altas y hay un ambiente de gran humedad.

Equipamiento

Es mejor que traigas tu propia bici. No hay buenas bicicletas de alquiler en el país. Se recomienda traer una bici de enduro para los recorridos más exigentes. En San José encontrarás buenas tiendas de bicicletas con abundantes piezas de repuesto, aunque si tu bicicleta necesita piezas especiales, es mejor que te las traigas también, por si acaso.

Eventos

La legendaria Ruta de los Conquistadores es una de las carreras por etapas más clásicas de MTB. Este maratón de tres días recorre el país desde el Pacífico al Caribe atravesando selvas deshabitadas y cruzando por un volcán.

Información: www.adventurerace.com

Viajes

‘Die Rasenmäher’ ofrece un viaje de 9 días a las rutas de Paulo Valle en primavera de 2017. Los precios y las fechas exactas se harán públicos próximamente en www.dierasenmaeher.de y www.costaricamtb.com


Texto: Holger Meyer | Fotografía: Sebastian Doerk