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Todo empezó cuando a mi colega Julian, que trabaja en Scott Bikes, se le ocurrió decir: “Oye, ¿a que molaría’ hacer un Everest en bicicleta con alguien que haya subido a la cima del Everest de verdad?”

Vaya por delante mi respeto a todas las personas que hayan hecho un ‘Everest’ o algún desafío pro el estilo, pero la verdad es que no es lo mío. Me gusta montar, pero cada vez me apetece menos hacer salidas de más de 100 km.

Sin embargo, la idea de Julian me siguió rondando la cabeza. Mi buen amigo Paul Adler y su mujer Fiona subieron al Everest en 2006 y 2007 y cuentan unas historias fascinantes. Hay pocas personas en el mundo que hayan hecho cumbre en el Everest y que puedan montar en bici a este nivel, iy precisamente uno de esos pocos resulta ser Paul, uno de mis mejores amigos!


Quería preparar un recorrido para que no repitiéramos ningún tramo, y queríamos incorporar caminos de tierra menos conocidos.


Llamé a Paul para ver si le interesaría hacer un Everest en bici, hablamos de las posibilidades y optamos por un recorrido circular gigantesco por la zona de Annecy, Francia, donde vive. Quería preparar un recorrido para que no repitiéramos ningún tramo, y queríamos incorporar caminos de tierra menos conocidos. Pasaríamos muchas horas juntos, sería una excusa perfecta para visitarlo después de Eurobike y, sobre todo, me daría la oportunidad de poder compartir su fascinante aventura del Everest mientras hacíamos una ruta tan larga.


¡Que empiece la planificación! Uno de los desafíos más complejos, y también una de las tareas logísticas más difíciles para Paul, fue encontrar un recorrido circular que no repitiera ningún tramo y que además nos permitiera ascender una altitud superior a 8848 m. Trazar la ruta en Strava ofrecía hasta un 20 % de inexactitud en la elevación real, y nuestros GPS daban además lecturas diferentes.

No queríamos llegar a casa a las 3 de la mañana, sin haber terminado la hazaña por unos pocos cientos de metros, y tener que volver a salir en busca de nuevos ascensos cuando ya habíamos recorrido casi toda la zona. ¡Pero tampoco queríamos subir ni un metro más que los 8848 necesarios! Por eso, Paul tenía que estudiar varios mapas, topografías de cumbres, rutas en Strava y además recorrer varios tramos personalmente para cerciorarse al 100 % de que realizábamos el ascenso acumulado necesario.


Nos levantamos a las 3 de la madrugada un martes, y a las 4 estábamos en marcha. Queríamos aprovechar al máximo las horas de luz solar y asegurarnos de no estar demasiado agotados cuando cayera la noche.

Es un planteamiento parecido al de los montañeros en las últimas rampas de acceso al Everest. El peligro y los errores no están en la subida; el problema es al bajar, cuando estás agotado. Hacer cima es solo la mitad del trabajo.


Sinceramente, desde el punto de vista físico no fue tan difícil como esperaba, pero no le presté la importancia debida al aspecto psicológico. Desde el principio fui guardando fuerzas, pero cuando cayó la noche y vi que todavía nos quedaban 3000 m de ascenso (no hay que olvidar que nos habíamos levantado a las 3 de la madrugada), casi perdí los papeles.

Cuando me imaginaba haciendo el equivalente al doble de una salida ‘larga’ típica de un sábado, me parecía una misión imposible, pero Paul me ayudó a centrarme y dividió el problema en varios objetivos más pequeños y asequibles. Hay que llegar al siguiente comienzo de puerto de montaña, subir a la cumbre, y volver a bajar al valle… era una analogía perfecta para cualquier dificultad que queramos afrontar en la vida cuando no tienes una referencia válida de la magnitud de la empresa que te propones.


Cuando cayó la noche, todavía nos faltaban 3000 m de ascenso y casi perdí los papeles.


“Estaba superasustado, nerviosísimo por los problemas que pudieran surgir [mientras me aproximaba a la cumbre del Everest]. Si te soy sincero, cuando ya casi habíamos terminado sobre la bicicleta, estaba muy cansado, y tenía una sensación parecida mientras descendía en la oscuridad. Podíamos fastidiarlo todo en cualquier curva y sufrir un accidente grave. Era la misma sensación que sentí en altitud, en la zona de la muerte del Everest.”

— Paul Adler


¿Cómo compararías el agotamiento físico en comparación con un ascenso al Everest?


El concepto de hacer un ‘Everest’ en bicicleta fue una idea original de un señor de Melbourne llamado George Mallory, bisnieto del famoso montañero británico homónimo. George utilizó una montaña australiana llamada Donna Buang para entrenar su intento de subir a la cumbre del Everest; para ello, subió varias veces hasta sumar un ascenso acumulado total de 8848 m. Posteriormente, George hizo cumbre en el Everest en 1995.



Cuando llegó a mis oídos la historia de George Mallory, pensé que era una locura, y la mayoría de los comentarios que recibí fueron en ese sentido. Ahora es algo habitual, y hay más de 2200 ciclistas que han hecho un ‘Everest’ a los pedales.

La mayoría de nosotros nunca sabremos cómo es un ascenso al Everest, pero, dada mi experiencia, puedo decir que este tipo de recorrido queda al alcance de los ciclistas más competentes que puedan mantener la concentración durante las horas necesarias.


Desde un punto de vista físico, ¿es tan exigente como subir a la cumbre del Everest? Está claro que no hay comparación entre estos dos retos: la experiencia y las habilidades necesarias, la falta de oxígeno... subir el Everest tiene muchas más facetas y posibles complicaciones que hacer una ruta larga en bicicleta.


Lo curioso es que cuando le pregunté qué le parecía el esfuerzo necesario para subir en bicicleta la altitud del Everest, George Mallory me contestó:

“Tuve suerte en el Everest porque contaba con el inmenso apoyo de los sherpas, los compañeros del equipo y, sobre todo, con buen tiempo. Todo salió bien y resultó más fácil de lo que esperaba.

“Dicho esto, yo pensaba que subir al Everest requeriría un esfuerzo físico brutal. Por supuesto, subir a pie a una cima es diferente a hacer series en el Donna [Buang], pero en la montaña utilicé mis diez ascensos al Donna Buang como referencia para comparar los tres días más importantes del ascenso.

“El día que subimos a 7800 m cargados de provisiones y sin apoyo de oxígeno, fue equivalente a cinco vueltas al Donna; el día siguiente, hasta los 8300 m con apoyo de oxígeno limitado y poca carga fueron unas seis vueltas, y el ascenso final a la cumbre equivaldría a unas seis vueltas.

“Recuerdo que mientras hacía esas comparaciones pensaba que tampoco era un esfuerzo tan brutal lo que estaba haciendo.’ Teniendo en cuenta mi estado de forma actual (soy 22 años mayor), es una carga de esfuerzo muy grande en tres días. Antes de subir al Everest nunca había hecho series en el Donna Buang en días consecutivos, y la verdad es que espero que nunca tenga que hacerlas.

“En términos generales, yo diría que un ciclista que pueda ascender 8848 m en un tiempo decente – pongamos que por debajo de 18 horas – probablemente tenga lo que hay que tener para subir al Everest, siempre que utilice apoyo de oxígeno, se aclimate bien y tenga suerte con el tiempo.”


“Hace 10 u 11 años, cuando estábamos entrenando para esto, no había ningún libro al respecto, estábamos improvisando. Pensamos que era importante entrenar mucho, y parecía que la bicicleta nos daba esa opción. En una expedición se pasan 3 meses en la montaña, muchos días incluyen más de 10 horas de ejercicio, queríamos prepararnos para ese volumen de trabajo y montar en bicicleta nos podía ayudar.“

— Paul Adler


Durante nuestro largo recorrido circular en torno a Annecy, Paul y yo hablamos de si había algún parecido entre hacer cumbre en el Everest y lo que estábamos haciendo a los pedales. Los dos sabíamos que el ascenso al Everest y nuestro recorrido en bicicleta eran dos mundos completamente diferentes. Sin embargo, Paul señaló que había ciertos paralelismos en el agotamiento físico, y me explicó en qué era diferente el esfuerzo necesario para subir al Everest.


“De repente empecé a recordarlo todo: el frío extremo al intentar hacer cumbre de noche, el viento, la nostalgia de pasar dos meses lejos de los amigos y la familia, el cansancio físico que se había acumulado, la altitud y un temor real a morir.”


Paul explicó:

“Me cuesta trabajo acordarme exactamente de qué partes fueron más fáciles y cuáles más difíciles. Siempre me pasa lo mismo: me comprometo a hacer una ruta de ciclismo larga sin haber entrenado lo suficiente, me prometo a mí mismo que al año siguiente estaré mucho mejor preparado, y cuando llega al momento, estoy en la misma situación otra vez. Después de nuestra ruta de Everest en bicicleta estaba fundido, pero al cabo de unos días estaba ya otra vez en forma. Sin embargo, un mes después de volver a casa desde el Everest, seguía estando agotado.

“Volví al Everest en 2007 después de un intento de ascenso fallido en 2006, y ya se me había olvidado cómo me habían ido las cosas. Cuando me vi sentado en la tienda a 8000 metros de altitud preparando el material, de repente empecé a recordarlo todo: el frío extremo al intentar hacer cumbre de noche, el viento, la nostalgia de pasar dos meses lejos de los amigos y la familia, el cansancio físico que se había acumulado, la altitud y un temor real a morir. Todo ello me hacía preguntarme muchas veces: ‘¿Por qué estoy haciendo esto?'”


“En la bicicleta, me preocupaban los calambres musculares y que no tuviera fuerzas para mover los pedales en las últimas rampas.”


“Al final, creo que todo es una cuestión de tiempo. Si subir al Everest es un maratón, hacer un Everest en bicicleta es como entrenar series a tope. Son ejercicios intensos y exigentes en los dos casos, pero la recuperación es totalmente diferente.

“Un ascenso que dura dos meses, como es el caso del Everest, es un desafío físico donde lo más difícil es mantener la salud y no enfermar. A esas altitudes, el cuerpo no llega a recuperarse. Por ejemplo, me di cuenta de que si sufría un corte, por pequeño que fuera, no empezaba a cicatrizar hasta que bajara de los 5000 metros (una altitud por debajo del campamento base).

“En la bicicleta, me preocupaban los calambres musculares y que no tuviera fuerzas para mover los pedales en las últimas rampas. Sobre todo en las últimas rampas del Col des Glières, un puerto de unos 6 kilómetros con pendientes del 10%-12.5% en cada kilómetro. A pie, sería una excursión bastante larga.

“Para mí, el esfuerzo físico del último día en el Everest, por encima de los 8000 metros, fue muchísimo más duro que nada de lo que haya hecho en mi vida. Bueno, en todo caso, nuestro Everest a los pedales estaba a la vuelta de la esquina.”


Un Everest en bici en Annecy - Las cifras


Ascensos 13
Ascenso acumulado 8937 m
Distancia 312 km
Tiempo 22 horas en total / 18:35 horas sobre la bici
Pinchazos 4
Tramos de tierra 3
Fotos tomadas 2344
Comida (cada participante):
6 bocadillos de jamón cocido y queso
5 gofres de miel
3 Chocolatinas Snickers
6 Barritas Clif
1/2 bolsa de polos
2 plátanos
1 lata de Pringles (de las grandes)
6 latas de Cocacola
10 bidones de agua
~10 000 calorías quemadas

El archivo de Strava lo puedes consultar aquí



Texto: Wade Wallace | Fotografía: Tim Bardsley-Smith | Vídeo: Christophe Margot