We have a more suitable website version for you. Please confirm your country to get the right product availibility and even purchase online.

500 km, 7600 metros de ascenso, una sola ruta, qué podría salir mal… Ryan Standish se enfrenta a dos rutas icónicas: Kokopelli y White Rim. La ruta Kokopelli recorre Fruita, Colorado, hasta Moab, Utah, sigue el río Colorado hasta las montañas de La Sal, y la White Rim es una ruta circular por caminos escarpados desde Moab hasta los confines del parque nacional de Canyonlands. ¿Por qué hacer un viaje así? Para hacer una ruta de este tipo, Ryan Standish ha encontrado inspiración y motivación en las personas que ya no pueden hacer algo así, sobre todo su padre, que lucha contra la esclerosis múltiple (EM). Ver a su padre aquejado de EM hizo a Ryan darse cuenta de que tenemos que sacar el máximo partido del tiempo que tenemos mientras somos jóvenes y nuestro cuerpo es capaz. A la hora de preparar esa aventura, Ryan no solo se inspiró en su padre, sino que sus padres viajaron a EE. UU. y lo apoyaron en todo el recorrido de esta aventura.

“Estoy muy ilusionado con este viaje, aunque en un par de días, cuando hayamos terminado, quizás piense que ha sido el viaje más estúpido que he hecho en mi vida”
-Ryan Standish

Declaraciones de Ryan Standish

No sabía que esperaba encontrar o aprender en este viaje, no sabía en qué se fijaría mi mente o hacia dónde se dirigiría. Era una sensación rara, esperaba encontrar una reflexión profunda o una “visión”. Pero lo que encontré es que el desierto transmite paz. No tenía nada que hacer aparte de pedalear, comer y beber, así que pensé que tendría tiempo para pensar en mi vida y en qué quiero hacer con ella, pero el único propósito que tenía era seguir avanzando.

Pensaba en un poema de W. H. Davies que leímos en el instituto, y que empezaba así: “Qué importa si vivimos una vida de preocupaciones, no podemos quedarnos parados mirando la vida pasar…” Sabía que iba a ser un día largo, tenía tiempo para mirar a mi alrededor, a veces cuando me detenía y otras veces mientras sentía la brisa templada de finales de primavera que iba agotando mis energías poco a poco.



UNA RUTA LARGA

Mientras ascendía a las montañas de La Sal, sentía una suave brisa de cola proveniente del cruce de Dewy Bridge. Estaba deseando afrontar el largo ascenso que tenía por delante. Pero todas esas ganas de subir se transformaron en preocupación porque la ruta de cinco horas que habíamos previsto para hacer cumbre se alargó hasta siete horas y media…


A estas alturas, las ruedas ya rodaban muy despacio; eso no me gustaba, pero disfrutar de una puesta de sol sobre Castle Valley durante el ascenso por la carretera de La Sal Loop mereció la pena.


La tentación de un perrito caliente

A la caída del sol, me puse un par de capas de ropa para el descenso hasta el punto que marcaba casi la mitad de la ruta, la gasolinera Maverik de Moab. Mientras descendía por la carretera de Sand Falts, se me pasaban muchas cosas por la cabeza cuando veía a los campistas al lado de sus hogueras. ¿Sabían lo que estaba haciendo? ¿Llegaron siquiera a ver mis luces mientras pasaba de largo? Pero en lo que estaba pensando era en su cena y en si les sobraría algo de comida. Llevaba todo el día comiendo sándwiches de mantequilla de cacahuete y mermelada y de huevos con kétchup, y con eso iba tirando, pero ahora que bajaba por la carretera a oscuras tenía cada vez más claro que lo que me pedía el cuerpo era uno o dos perritos calientes.


Dejé atrás la oscuridad y entré en el pueblo con energía, quizás por la tenue luz de las farolas o porque ya faltaba muy poquito para comerme ese perrito caliente con el que soñaba. El oasis de neón de Maverik estaba tranquilo, había pocos clientes cuando me detuve. Entré casi a oscuras con la bici, abracé a mis padres, que habían venido a verme, y luego me despisté y empecé a dar vueltas por la gasolinera hasta que por fin encontré esas salchichas de carne procesada y me senté… y me senté… Charlamos un poco y notaba cómo los engranajes de mi cerebro funcionaban cada vez más lentos.



Me arreglé un poco antes de volver a entrar para comer algo que me ayudara a pasar la noche: Lauren me preguntaba si me apetecía esto o lo otro, pero la verdad es que no veía nada que me llamara la atención. Estaba casi desmayándome, hasta que oí en mi cabeza la voz de David Goggins que me decía: “Estás muy débil, así no vas a ningún sitio” y yo le respondí: “Me temo que no.” Encontré algo de comer, unos pastelitos, sándwiches, un bollo con crema de avellana y unas chucherías. No era suficiente, pero había que seguir.


“Ahora vemos que sabía lo que tenía por delante, conocía bien la zona por la que iba a ir. En ese momento estaba tardando más de lo que había previsto, pero seguía adelante”.
- Doug Standish

Los últimos kilómetros

Sobrevivir. Las piernas van lentas. Te duele todo. Pero no dejas de pedalear. Todavía queda asfalto después de salir de Moab por la carretera de Potash. Moab va quedando atrás mientras la serenidad nocturna del desierto me acoge; vuelvo a estar solo, ¡estupendo!


Cansancio. Poca fuerza. Pulsaciones bajas. Comer. La luna brillaba. Hace unas 17 horas que me puse en marcha y ya no sé ni qué hora es; me siento veloz, pero no voy rodando veloz. Con la luz de la luna, los precipicios del cañón revelan rostros interesantes. Hay rostros amables que te animan, pero otros son feroces y te intimidan. Los arbustos del desierto me miraban como si fueran Furbies cuando los iluminaba con mi frontal.

Ya quedaba poco asfalto, y luchaba por mantener los ojos abiertos. El aparcamiento de la rampa del embarcadero parecía un lugar estupendo para una siesta. Sonó la alarma tras diez minutos y me costaba menos trabajo moverme gracias a un café. Llegué hasta el camino de tierra y el desierto seguía dando señales de vida con Furbies y otras criaturas de película.

Cuando te das cuenta

¿Sigo adelante? ¿Soy capaz de hacerlo? La duda me asaltó y parecía que no quería dejarme en paz. Sigue siendo de noche cuando decido que ya lo tengo claro. No hago esta ruta por mí, sino por mi padre, por las personas que no pueden afrontar un desafío como este; por esas personas es por las que quiero hacerlo.



No podía rodar en línea recta, otra vez me costaba abrir los párpados, era mucho cansancio… En los ascensos se camina… Muy despacio. El cerebro está agotado, no calcula bien. A este paso llegaré a White Rim de día, no de noche. Y vamos a superar los 30 grados de temperatura. ¿Cuánta agua? Ocho litros. Necesitaré apoyo para continuar. Vale, acepto recibir apoyo. Aunque recibas apoyo, las piernas, las manos, la espalda, los pies y el cuello siguen sufriendo. El ascenso a Shafer va a ser un problema, a este ritmo van a ser cinco horas de ascenso. Luego hay que llegar a White Rim y volver a Moab. ¿Veinticuatro horas? Quizás más. ¿Otra siesta? ¿Cuánto tiempo? Este sitio parece cómodo.

Dormir

Paré un momento en la cuneta y le envié un mensaje a Lauren en inReach. Me ayudó a organizar mis ideas y a tomar decisiones. Me orientó, pero no directamente. Tenía que comer algo y llevaba a mano una barrita Payday, pero estaba jadeando y me costaba bajarla. He aprendido que un casco puede ser una almohada estupenda, que el suelo y las piedras pueden ser cómodas, y que una manta técnica plegable puede abrigar más de lo que parece.


En búsqueda de los límites

Salí de Fruita a bordo de mi bicicleta y me dirigí al desierto en busca de mis límites, para descubrir hasta dónde podía llegar mi cuerpo. Quería hacer algo nuevo y valorar lo que el cuerpo puede hacer todavía, mientras sea capaz. Pero hay mucho más. El cuerpo, la mente, la preparación, la alimentación, el equipamiento de la bicicleta, cómo llevar encima mis cosas (y agua) sin ayuda externa en el desierto.

Es posible que ese día haya descubierto cuál es mi límite, pero todavía me queda mucho para aprender cómo puedo llegar hasta ahí.



Créditos:

Vídeo: Kelly Hammond y Drew Boxold
Montaje: Tanner Stephens y Kelly Hammond
Fotografía: Sean Galusha y Drew Boxold
Cámaras: Kodak 7207 y Kodak 7213