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LA REGIÓN

Cuando se trata de viajar, cuesta trabajo pensar en un lugar más diferente del Reino Unido que Filipinas; nada más aterrizar en Manila, la sensación es que la zona de confort se ha volatilizado. Se acabaron las costumbres occidentales habituales, la humedad no cesa nunca, ni siquiera en la parte más cruda del invierno, y el tráfico es demencial. Nos encantó tener a nuestros guías Iztok, Bans y Tena a nuestro lado al salir del aeropuerto. 



Filipinas es un país formado por más de siete mil islas. Las islas más occidentales están prácticamente prohibidas para los extranjeros por los secuestros, los piratas y otra serie de cosas que no resultan especialmente atractivas. Por suerte, nuestra búsqueda de rutas nos llevaba hacia el Norte entre arrozales, hasta la ciudad de Narvacan, un lugar seco y soleado. 


UN PROMONTORIO A TODA MÁQUINA

Narvacan aspira a convertirse en la capital de la acción y de los deportes de motor de Filipinas; nada más llegar, cargamos nuestras Genius en una camioneta con la suspensión elevada y nos dispusimos a saborear los caminos de la zona. El aperitivo fue un cortafuegos cubierto de polvo y muy empinado; estaba claro que el primer plato no nos iba a defraudar. En una caída casi a plomo desde un promontorio que estaban preparando para una escuela de parapente, las veredas bajaban hasta las playas doradas recorriendo barrancos profundos, saltos impresionantes y lugares espectaculares. No había manera de quitarnos el polvo ni la sonrisa de la cara... excepto con ayuda de una vuelta en quad a toda potencia, luego una moto acuática, un Polaris y de postre un Porsche. No parece que vaya a ser fácil quitarle el título de capital del deporte de acción. 



LA GRAN URBE

Después de experimentar la vida rural de Filipinas, había llegado el momento de volver al ajetreo urbano de Manila. Con una densidad de 42 857 personas por kilómetro cuadrado y una población de 1 652 000 habitantes, a nuestro guía no le costó mucho convencernos de la opción de ‘montar en scooter’ sin salir de la ciudad. Nos esperaba una tribu de niños con patinetes que nos acompañaría durante todo el día, una especie de "escolta" al estilo filipino. Con la melena al viento, rodeados de cascos de imitación de Red Bull y disfrutando de cada descenso; ¡menudo descubrimiento las scooters! Se acabó quedarse adormilado mientras viene el autobús, 10 carreras al día (en lugar de 5), llegar al punto más alto de cada descenso sin mover un músculo. ¿A alguien se le ocurre una manera mejor de practicar los descensos? 


DE ISLA EN ISLA

Por fin llegó el día de cambiar de isla; nos despedimos de Bans y Tena, nos subimos a un avión, y en poco tiempo estábamos en la isla de Palawan, un lugar más tranquilo, pero sin dejar de ser bullicioso. Joe es entrenador de bicicleta de montaña, así que pensamos en llevar a algunos isleños a su ruta local y compartir con ellos unos cuantos consejos especiales de Trippin para enseñarles cómo no se debe montar en bicicleta. La ruta ‘local’ resultó ser un recorrido endemoniado, un auténtico rompepiernas por monte bajo seco y casas que nadie se imaginaría que pudieran acoger a tres generaciones de una familia. Esta es la parte del ciclismo de montaña que más me gusta: ir a sitios, conocer gente y ver cosas únicas. 



LA DIFERENCIA LA MARCAN LAS PERSONAS

A la vuelta de un viaje largo y varios vuelos, es inevitable pensar en lo afortunados que somos por haber conocido personas tan increíbles y haber vivido paisajes, caminos y experiencias únicas. Es un privilegio formar parte de una comunidad asombrosa unida por la pasión de derrapar en cada giro. El ciclismo de montaña es lo que es por todos nosotros, son las personas las que hacen posible todo este mundo del ciclismo. Estamos muy agradecidos a todos los que han contribuido a cada momento especial, y esperamos que nuestra increíble comunidad de dos ruedas siga viva muchos años más. 


Vídeo/Fotografía: Sam Flanagan