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Lo que hacemos por la velocidad

A pesar de tener solo 21 años de edad, Caleb Ewan se ha labrado la reputación de ser uno de los mayores talentos de la nueva generación de sprinters. Además de las victorias cosechadas en la quinta etapa de la Vuelta a España en 2015 y en varias etapas del Tour Down Under 2016, el australiano llama la atención por su peculiar postura al realizar el sprint. Visitamos a Caleb en Mónaco, su lugar de residencia en Europa mientras prepara el Giro d’Italia, para que nos cuente algo de su vida y qué es lo que hace para ser más rápido que los demás



“A mí, lo que me gustaba era salir con la bici y competir”

Mi papá era ciclista en su juventud, pero se retiró. Cuando yo era niño, nos mudamos de la ciudad de Sídney a un pueblo, y ahí volvió a montar, porque era una zona mucho más bonita que la ciudad. Por eso escogí el ciclismo. Seguí los pasos de mi padre y me apunté al club del pueblo. Jugué mucho al fútbol hasta que cumplí los 10 años. Supongo que ese es el deporte que practica todo el mundo en Australia, pero a los 10 u 11 años de edad me decidí por el ciclismo. No lo hacía pensando en que un día llegaría a ser profesional, sino simplemente porque a mí, lo que me gustaba era salir con la bici y competir. Hasta que no cumplí los 16 o los 17 años, ni se me pasó por la cabeza que pudiera vivir de esto y tener una carrera de profesional. Más o menos en esa época es cuando empecé a ganar carreras, pero hasta ese momento la verdad es que no ganaba mucho. Se me daba bien, acababa en buena posición, pero no era lo suficientemente bueno como para ganar carreras. 



“Tu vida se convierte en algo mucho más serio, y mucho antes que a los de tu generación.”

Para los jóvenes australianos, lo más duro es irse de Australia, dejar a los amigos y a la familia y mudarte a Europa para competir. La primera vez que vine a Europa debía de tener 16 o 17 años de edad. Tuve que madurar mucho más rápido que los demás jóvenes de mi edad. Tu vida se convierte en algo mucho más serio, y mucho antes que a los de tu generación. La mayoría de los jóvenes de mi edad todavía están en la universidad y hacen las cosas que suelen hacer los jóvenes, mientras que yo estoy centrado al cien por cien en mi carrera de ciclista profesional. A mis 21 años, tengo la sensación de que tengo que soportar mucha más presión que otro muchacho normal de mi edad. Si las cosas empiezan a irme mal, no solo lo sé yo, sino que también se enteran mi equipo, mi entorno y todos los aficionados que siguen el ciclismo y mis actuaciones. Cuando eres tan joven, no es fácil acostumbrarte a esto. Supongo que pierdes gran parte de tus años de adolescencia, pero si triunfas y la vida te sonríe, creo que merece la pena. 



“Siempre pensé que sería un buen escalador”

No me di cuenta de mi capacidad para el sprint hasta que cumplí los 17 y las cosas empezaron a salirme bien en las clásicas de Bay Crits. Hasta ese momento, siempre pensé que sería un buen escalador. Era bastante bajito, y los ascensos se me daban bien, aunque cuando eres joven la verdad es que se te da todo bien. Seguí creciendo, mis músculos se desarrollaron y fui evolucionando hasta convertirme en un sprinter con buen cambio de ritmo.  Ahora mi entrenamiento se centra ante todo en los sprints. 



“Al final, todo es cuestión de ganar.”

Lo que más me gusta no es montar en bici; este deporte me atrae por la posibilidad de triunfar y ganar carreras. Lo que más me motiva es la sensación de ganar. 



“No quiero lamentarme por no haberme esforzado lo suficiente.”

Hay días en que te levantas y te toca entrenar 5 o 6 horas, y no tienes ninguna gana de salir. Pero, al mismo tiempo, tampoco te gusta ir a una carrera, estar a punto de ganar la carrera y luego reconocer que no te has esforzado lo suficiente en los entrenamientos. Eso es algo que lamentaría profundamente. Esos días que no quieres ir, pero que no te queda más remedio que salir, esos días son los más difíciles. 



“Me encanta volver a mi rutina habitual.”

En el ciclismo moderno no hace falta competir para ver si estás en buena forma; por ejemplo, si sabes que tienes que ser capaz de mantener 400 vatios durante un ascenso para mantenerte a cabeza del pelotón, puedes reproducir esa misma situación en un entrenamiento gracias al medidor de potencia y todas las tecnologías de las que disponemos. Hace diez años, los corredores competían 100 o 110 días al año. Ahora es posible que hagamos 50 o 60. En ese aspecto, creo que el deporte ha cambiado mucho. Hoy lo que tenemos son programas de entrenamiento muy extensos, y la verdad es que estoy encantado, porque me gusta volver a mi rutina habitual para entrenar y comer bien. Si compites todos los fines de semana, no te da tiempo a vivir con una rutina adecuada. Cuando seguimos los programas de entrenamiento, aplicamos la intensidad de la competición, por ejemplo siguiendo el ritmo que nos marca una moto, de manera que no llegamos a perder las sensaciones de la competición. 



“El entrenamiento de alta intensidad es muy, muy exigente.”

La parte más exigente de los entrenamientos son los segmentos de alta intensidad. Hacemos muchos entrenamientos largos a baja intensidad. Es algo diferente, el entrenamiento de alta intensidad es muy, muy exigente. No practicamos mucho los sprints, sino que el entrenamiento se centra más en que lleguemos frescos al momento de disputar el sprint. 


“Te viene ese regusto a sangre en la boca.”

En un entrenamiento, sabes que lo has dado todo si se acumula el ácido láctico y te queman todos los músculos del cuerpo, no solo los de las piernas, sino también los de los brazos, los abdominales... ¡todo! Te viene ese regusto a sangre en la boca. Y cuando llegas a casa, tienes la sensación de que te has vaciado por completo.



“Nunca te sientes pletórico de energía”.

Durante la temporada, te sientes como si solo estuvieras despierto al 90 por ciento. No saltas de la cama y te sientes un hombre nuevo cada mañana. Esa sensación probablemente solo la tienes un par de semanas fuera de temporada, pero en los meses de competición nunca te sientes pletórico de energía. Hay días en que te despiertas con la sensación de que tienes las pilas descargadas y te sientes harto de entrenar. 



“A veces, entrenaba sin cabeza.”

Comparados con los entrenamientos de hace dos años, los programas que sigo ahora están mucho más estructurados. Después de un programa intenso de tres días, suelen venir uno o dos días de ejercicio suave para que el cuerpo se recupere, mientras que antes me entrenaba sin cabeza. Si un día toca una sesión especialmente exigente y mi cuerpo da señales de que no está preparado, mi entrenador detiene el entrenamiento y optamos por una jornada suave en lugar de entrenar sometido a la fatiga.



“Hay que buscar diferentes maneras de reforzar al máximo la velocidad.”

La postura que utilizo hoy durante el sprint empecé a adaptarla hace más o menos año y medio. Hice unas pruebas en el túnel de viento, y esta postura resultó ser la más aerodinámica con diferencia. Desde el punto de vista físico, llega un momento en que tu cuerpo ya no puede ir más rápido, así que hay que buscar otras maneras de ganar velocidad. Por ejemplo, si un ciclista tiene una potencia máxima de salida de 1 400 o 1 500 W, llega un momento en que es sencillamente imposible alcanzar los 1 600 o 1 700 W. Por eso hay que buscar diferentes maneras de reforzar al máximo la velocidad. No hay que ser un genio para saber que cuanto más baja sea la posición, más probable es que la velocidad sea superior, siempre y cuando puedas generar la misma potencia en esa posición baja. Esto es lo más difícil; generar una potencia elevada en esta posición, que es muy baja e inclinada hacia adelante. Otra cosa que tuve que aprender a superar es que a lo largo de un sprint estás cada vez más fatigado, y es natural ponerse de pie sobre los pedales para generar más potencia. Cambiar la mentalidad para seguir en una posición lo más baja posible cuando el cuerpo te pide ponerte de pie sobres los pedales no fue nada fácil, y me costó bastante tiempo acostumbrarme.


“Contar con el equipamiento más rápido me da muchísima confianza en mis posibilidades.”

Tengo un mono aerodinámico, un casco aerodinámico y todo lo que necesite. Sé que me sirve de mucho, y me gusta saber que se hace todo de la manera correcta y cuento con el equipamiento más rápido, me da muchísima confianza en mis posibilidades.



“Yo sé si estoy listo o no.”

La presión que más me afecta es la interna. La presión externa no me afecta tanto porque al fin y la cabo, yo sé si estoy listo o no para competir en una carrera. Los demás no saben en realidad en qué momento de forma te encuentras.



“Siempre estoy pensando en las posibles situaciones que se pueden producir.”

Cuando me pongo en cabeza en un sprint, tengo la sensación de que estoy muy concentrado, pero, si al final de la carrera me preguntas en qué estaba pensando, la verdad es que no te lo sabría decir. Creo que en lo que más pienso es en mantenerme en cabeza y en la posición que tengo que mantener encima de la bici. Siempre estoy pensando en las posibles situaciones que se puedan producir, miro a los corredores que tengo a mi lado para ver quién está en condiciones de adelantarme al sprint.



“Hay que arriesgarse.”

Al final, siempre hay riesgos que hay que correr. En última instancia, si no estás dispuesto a correr determinados riesgos, al final no ganas carreras.



“Todo el mundo se pone nervioso”

No te sabría decir por qué, pero este deporte es muy peligroso. Cada vez hay más escapadas en grupo. En lugar de un sprint a diez, vemos a equipos completos que luchan por ocupar la mejor posición. En las Grandes Vueltas, los equipos que buscan ganar la clasificación general también pugnan por ocupar la cabeza de carrera. Imagínate que la mitad de los equipos cuentan con sprinters especializados, y la otra mitad aspira a llevarse la clasificación general; al final todo el pelotón se disputa las primeras plazas. Todos sabemos que existe el riesgo de sufrir caídas en los últimos kilómetros, todos se ponen nerviosos y por eso la situación es tan delicada. 



“A 75 kilómetros por hora, probablemente aterrizaría de cabeza.”

En ningún momento tengo la sensación de ir demasiado rápido. Probablemente las sensaciones más extrañas se produzcan al principio del sprint, cuando empiezas a ganar velocidad. En ese momento ya vas a gran velocidad, pero en el instante de lanzar el sprint subes la velocidad en 10 o 15 km/h. Es una sensación muy curiosa, sobre todo ahora que me coloco en otra posición, da bastante miedo porque voy muy pegado a la rueda delantera. A veces, en el sprint se alcanzan los 75 km/h. No me di cuenta de lo baja que era mi posición en la bici hasta que no me enseñaron unas imágenes de vídeo. Cuando disputo el sprint, no tengo la sensación de ir en una posición tan baja, pero cuando luego veo las imágenes pienso en lo que podría pasar si chocara contra algo que hubiera en la carretera. Probablemente aterrizaría de cabeza, porque voy muy bajo y todo sucede muy rápido. La verdad es que da susto pensarlo, pero cuando estoy en carrera no se me pasa eso por la cabeza, por supuesto. En ese momento, lo único que se me pasa por la cabeza es ser el primero en cruzar la línea de meta. 



“No soy un bocazas.”

Muchos sprinters son unos bocazas y les gusta ser el centro de atención. Son así, y punto. En ese sentido, quizás yo no sea el sprinter típico. No soy un bocazas. Soy tal y como me veis.



“Mirar atrás sabiendo que lo he dado todo.”

Cuando me retire, me encantaría que hablaran de mí como el mejor sprinter de una época, pero sé que será muy difícil conseguir algo así. Para mí, cuando llegue al final de mi carrera profesional, lo más importante será poder mirar atrás sabiendo que lo he dado todo para ser el mejor deportista posible. Eso podría ser una victoria de etapa en el Tour de Francia o, quién sabe, 15 o 20 etapas. Probablemente los resultados no me importarán tanto como la satisfacción personal de haberme dejado la piel, y con eso estaría contento independientemente de los éxitos que pudiera cosechar. 



Fotografía: TDW Sport, Kramon, Icarus