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Los buenos amigos son como la familia.

Palabras de Sven Martin.

Por la familia, siempre está uno dispuesto a lo que haga falta. Por ejemplo, ir a la otra punta del mundo para visitarlos y conocer su casa.

Conozco a Andrew y a Brendan desde hace ya bastante tiempo, y a pesar de que Andrew Neethling y yo somos del mismo pueblo de Suráfrica, nos conocimos en otro continente gracias al ciclismo de competición, probablemente en los Campeonatos del Mundo de 2003, en Lugano, donde los dos formamos parte del equipo nacional de Sudáfrica. Desde entonces, hemos compartido casa o me ha visitado en todos los lugares en los que he vivido. Laguna Beach, California, y Bend, Oregon, cuando vivía en Estados Unidos, o entre carreras de la NORBA y pruebas del Mundial. Brendan y yo nos conocemos también desde hace mucho tiempo, antes de que empezáramos a participar en sesiones de fotografía por motivos exclusivamente de “trabajo”, y hemos vivido juntos todo tipo aventuras en Europa. En los últimos cinco años nos hemos dejado llevar por las tremendas exigencias de vivir y trabajar constantemente de viaje, en su caso compitiendo sobre la bici, y en mi caso documentándolo. Tampoco facilita las cosas el que yo me haya mudado a la otra punta del mundo.

Cuando se presentó la oportunidad y vimos que a los tres nos quedaban unos días libres antes de meternos de lleno en el calendario de temporada, no nos lo pensamos dos veces. Brendan acababa de terminar sus últimos rodajes para #DEATHGRIPMOVIE por todo el planeta y Andrew daba comienzo a su nueva aventura de la mano de SCOTT. Llevaba años insistiéndoles para que vinieran a visitarnos a Nelson, Nueva Zelanda, y por fin había llegado la ocasión.



¿Y por qué elegimos Nelson?

Llevo diez años viajando y fotografiando bicicletas por todo el planeta, y cuando decidí que tocaba cambiar de sitio (los inviernos de Oregon son muy fríos y se hacen muy largos), después de hacer numerosos “viajes de investigación”, me decanté por Nelson, en el extremo norte de la Isla Sur de Nueva Zelanda. Reunía todos los requisitos: playas, montañas, ambiente, rutas, personas, cultura y cervecerías. Es el lugar que tiene más días de sol de Nueva Zelanda, está rodeado de tres parques nacionales y es un destino turístico ya de por sí, pero lo que marca la diferencia para los aficionados al ciclismo de trail es la increíble variedad de recorridos técnicos y empinados existentes en la ciudad y en los alrededores. Ofrece recorridos más largos y más empinados que Rotorua (en la Isla Norte) y mayor variedad de terrenos, además de no transmitir la sensación de ser una meca del turismo como Queenstown, más al Sur; en pocas palabras, es la ciudad ideal para vivir y una base perfecta para pasar los veranos del hemisferio austral.



AVENTURA RADICAL

Podíamos haber ido a cualquier rincón del mundo para vivir esta aventura radical, pero tenía la sensación de que lo correcto era invitarlos a mi nuevo hogar. Durante la temporada apenas nos da tiempo a pasar unas horas juntos y salir como personas normales. Una visita a mi casa era una oportunidad de compartir los placeres sencillos y mi vida cotidiana. Todos los secretos de Nelson: el mejor sitio para desayunar, dónde ponen el mejor café, el mejor pub o dónde comerse unas patatas fritas con pescado en condiciones.

Brendan tenía que volver a montar en la bicicleta de descenso de cara a la próxima temporada del Mundial y Andrew necesitaba ir a Rotorua para ejercer su nuevo trabajo de comentarista con Crankworx, así que solo nos quedaban unos días para aprovechar todo lo que ofrece Nelson. John Parkin, otro amigo de los tres, también se presentó en Nelson huyendo del frío invierno de Europa. Tenía muy claro que quería aprovechar al máximo el viaje y estaba dispuesto a rodar imágenes también. Solo teníamos tres días, no quedaba tiempo para aclimatarse poco a poco; para quitarnos el jet lag, propuse que fuéramos directamente a hacer descensos con apoyo de lanzadera por los mejores senderos de la ciudad. Nos apuntamos con un equipo local y gracias a Hamish, pudimos hacer Fringe DH, Smasher, Keyboard Warrior, Supple Jack y Putakari en una sola tarde. Lo normal sería hacer todas esas rutas como mínimo en un par de días, pero la verdad es que nos trataron a cuerpo de rey.” Ese día no trabajaron mucho las cámaras, las sesiones de fotos y rodaje las teníamos previstas para los dos días siguientes.


Las espectaculares rutas de Nelson

Si bien no es necesario salir de Nelson para descubrir recorridos impresionantes, las rutas más espectaculares están justo a las afueras. Una visita a esta zona no estaría completa sin recorrer los increíbles bosques naturales de los kiwis. Estamos hablando de veredas de senderismo con terrenos de lo más agrestes. No se han utilizado herramientas para facilitar el paso de las bicicletas, no hay terrenos lisos, ni peraltes, ni saltos construidos; lo único que hay es una vereda hollada por los buscadores de oro hace 150 años para explorar el cauce alto del río Wakamarina y las cumbres de las sierras de Richmond. Da la impresión de que esos mineros sabían bastante de cómo construir veredas; los radios de las curvas y las pendientes trazadas permitían la circulación de carros y equipos de minería, y en la actualidad son perfectos para permitir la circulación de bicicletas, sobre todo en descenso. Con el paso del tiempo, el sendero original que atraviesa el hayedo se ha convertido en un imprescindible para los que buscan aventuras épicas sobre el sillín. Descensos largos, salpicados de raíces, toboganes y cientos de curvas entre helechos. Este recorrido normalmente son unas cinco horas, pero quería que los chicos vivieran una experiencia kiwi total y opté por la mejor manera posible de subir a la cima: un helicóptero.


Remontes en helicóptero

En muchos lugares del mundo, el uso de helicópteros como remonte para bicicletas de montaña es complicado por cuestiones de planificación, logística y papeleo, y las reservas tienen que hacerse con muchísima antelación. En Nelson, preparamos las salidas con la bici el día antes en el pub, solo hace falta llamar al piloto de helicóptero o mandarle un SMS, y por menos de lo que cuesta llenar el depósito de gasolina del coche te puedes poner en lo alto de una de las espectaculares cumbres de la zona.


Había nubes bajas en el valle y los chicos no las tenían todas consigo: temían que tuvieran que subir a pedales, lo que añadiría 14 km de recorrido y un desnivel ascendente adicional de 1000 metros. Por suerte, oímos el helicóptero avanzar por el valle y enseguida el piloto nos informaba de que las cumbres estaban despejadas y no habría problemas para tocar tierra a pesar de las nubes generadas por la inversión térmica.


Parque Jurásico

Importante: hay que tener en cuenta que Andrew y Brendan casi siempre montan por pistas construidas expresamente por el hombre. Suelen ser pistas construidas con maquinaria, más o menos anchas, con buena visibilidad de la trazada y varios obstáculos que amenizan el descenso y permiten bajar a toda velocidad. Pero esta pista que les había preparado no tenía nada que ver con todo eso. Es como una montaña rusa salvaje salida de la película Parque Jurásico, o, mejor dicho, de El Señor de los Anillos. (Ciertamente: el río donde termina la pista fue escenario del rodaje de una escena de la película). Hay obstáculos naturales, raíces por todas partes y sorpresas a la vuelta de cada esquina.


Tardaron un poco en adaptarse, se pasaron de frenada en algún giro y se metieron en algún terraplén que otro, pero en poco tiempo empezaron a disfrutar de un estilo de montar diferente al que están acostumbrados. Andrew estaba encantado con sus cubiertas de 2,8 a una presión inferior a la normal, que le daban un agarre excepcional en las superficies de marga, hojarasca y musgo. Andrew y Brendan asumieron la cabeza de expedición por turnos; cada vez que uno se comía una curva o se despistaba, el otro pasaba a cabeza. También tuvieron tiempo para pararse en algunos tramos y analizarlos como si fueran una pista del Mundial, y estudiaban diferentes trazadas para ver cuál sería más rápida.


A pesar de utilizar el helicóptero, no dejan de ser tres descensos y un tramo de salida a los pedales, y al final es un día largo. Rodamos muchas escenas en el primer descenso antes de disfrutar del increíble descenso de Wakamarina hasta el río. Unos abrazos al final de la ruta, unas buenas patatas fritas con pescado de camino a casa, y Andrew y Brendan ya se habían olvidado del jet lag. No hay nada como montar un rato para olvidarse de todos los problemas.


Disneyland para bicis.

Otro madrugón más para vivir Nelson desde otra perspectiva completamente diferente. Esta vez íbamos al este de la ciudad, a la garganta de Wairoa, una instalación que el club de MTB de Nelson acababa de adquirir. Es una historia curiosa: antes era un bike park privado, propiedad de un multimillonario que tiene un puñado de bike parks repartidos por todo el planeta, pero ahora el club de ciclismo de montaña de Nelson lo ha abierto al público y ofrece servicios de lanzadera.


Imagina cuánto se podría hacer con una plantilla de 50 personas construyendo recorridos para MTB a tiempo completo durante cinco años en un espectacular bosque virgen de NZ con un desnivel superior a los 1000 metros. Todos los recorridos se han construido 100 % a mano, y los han trazado varios de los mejores especialistas del mundo en la construcción de rutas de trail. Aparte de la dinamita y los taladros neumáticos que tuvieron que utilizar para romper piedras, no se utilizó maquinaria ni excavadoras; todos los recorridos transmiten la sensación única de haber sido hechos a mano. Con unos 40 senderos y 100 km de recorrido de categoría tres a seis extrema, es como Whistle para bicicletas trail, pero mejor. Es más bien como Disneyland para bicis.




Escena de cierre final en el barco

Después de tres días a tope en la bici, tocaba dormir y cambiar de ritmo, disfrutar de todo lo que ofrece Nelson, las cafeterías, los pubs, las cervecerías y las playas. Brendan y Andrew decidieron que una página web épica necesita cerrar la aventura con una escena a bordo de un barco, así que secuestramos el barco más grande que encontramos (tampoco era tan grande, la verdad) para merendar unos donuts o tomar las típicas imágenes que salen al final de cualquier película ambientada en el mar.


Aunque solo fueron cuatro días en buena compañía, disfrutamos de cada momento porque descansamos de la competición y nos comprometimos a volver todos los años: a buscar nuevas rutas y acabar con unas cuantas cervezas en la playa.


Rodilleras SCOTT Mission Evo
Rodilleras SCOTT Mission Evo

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