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“Los humanos nos sentimos como una insignificante mota de protoplasma cuando nos comparamos con las montañas: las montañas son todo. ¡Y cada uno de nosotros somos poco menos que una mierdecilla!”

- Brice Minnigh -


Mientras me dispongo a escribir este artículo, las proféticas palabras de Brice todavía resuenan en mi mente. Sin duda, las montañas lo son todo, y durante este viaje nos lo recordaron constantemente.



Como todos los viajes especiales, esta aventura comenzó como una ocurrencia después de un par de cervezas. Después de unas cuantas cervezas más, el proyecto dejó de ser una ocurrencia y se convirtió en una idea magnífica y, tras unas pocas cervezas más, pusimos las fechas. Teníamos la curiosidad de ver si se podría aplicar el estilo del esquí de travesía al ciclismo de montaña. Los esquís no siguen senderos, sino que el recorrido se determina en función del terreno y la estabilidad de la nieve, y nos preguntábamos si sería posible aplicar este mismo modelo a una bicicleta de montaña.


¿Sería posible ir como si fuéramos esquiando todo el rato, es decir, sin senderos, simplemente buscando trazadas viables?

Una cosa que he aprendido con el paso de los años es que el equipo de personas con las que vas es lo que diferencia a un viaje de otro. Es mejor ir con personas en las que puedas confiar, que puedas dejar tu vida en sus manos. Lo segundo más importante es tener un buen sentido del humor. Pasarse diez días encerrado en una tienda aguantando a un compañero pesado y pesimista no es una buena opción. Es más, en nuestro grupo de amigos tenemos una regla: el que se queja, aunque solo sea una vez, no viene a la próxima. Para la aventura de “No Quarter” no podríamos haber reunido un reparto mejor.


Andrew McNab – Andrew y yo nos conocemos desde hace más de 10 años, y todavía no he sido capaz de culminar un ascenso a su ritmo. Andrew nació y se ha criado en Revelstoke, Columbia Británica; es la definición literal de un hombre de la montaña. Creció a las faldas de las cordilleras de Selkirk y Monashee, y sus padres eran unos entusiastas del aire libre, por eso podemos decir casi que lleva el montañismo en la sangre. Dedicó dos inviernos a competir en esquí de travesía. Incluso llegó a ganar la Atomic Waymaker en Austria, todo un logro para un canadiense en un deporte donde dominan los europeos. Andrew aporta su carácter de “darlo todo” en todo lo que hace. Estuvo 10 años dedicado a plantar árboles para ganar dinero y así poder tomarse el invierno libre para salir a hacer esquí de travesía cada día.

En la actualidad está preparándose para ser guía de esquí de la ACMG, la asociación canadiense de guías de montaña. Así tendrá por fin un trabajo en invierno... ¡de esquiador!


Brice Minnigh – Brice no necesita presentación, se le conoce como “el padrino de los viajes en bicicleta” y, en mi opinión, es el periodista más importante especializado en ciclismo. Su vida parece la biografía de un personaje de una serie de aventuras de la década de 1930: a bordo de su bicicleta recorrió Asia, fue reportero de guerra en primera línea en Chechenia, casi se mató practicando esquí de travesía en Groenlandia, fue jefe de la oficina financiera de Reuter durante 10 años en Pekín, ha estado en el Polo Norte, ha cruzado en bici desde China a Pakistán y recientemente ha recorrido Georgia con ocasión de la conocida película Trail to Kazbegi, de Joey Schusler. Además de todo eso, habla ruso, mandarín y cantonés, y un inglés bastante bueno. Si alguna vez te quedas confinado por el mal tiempo y no puedes salir, puedes estar seguro de que pasará bastante tiempo antes de que Brice se quede sin historias que contar.


Margus Riga – Riga es uno de los esquiadores y ciclistas de montaña más duros que conozco. Y además no se le da nada mal la fotografía. Como ya he comentado anteriormente, el método de trabajo de Margus consiste en reunir a un puñado de colegas ciclistas profesionales, dejarlos tirados en los ascensos, montar la cámara en un ángulo increíble y pulsar el botón. Es como los pósteres a dos páginas que aparecen en las revistas Bike o Freehub. Si quieres conocer más a fondo la obra de Riga, te recomiendo que veas el episodio 17 de la serie Chasing Trail.


Max Berkowitz – Con 21 años de edad, Max sería sin duda el justo ganador del MVP de la aventura “No Quarter”. Este joven de talento excepcional es cinematógrafo, director y montador de vídeo, y no conoce el miedo, ni físicamente ni artísticamente. Se ha criado en la costa norte de Vancouver y sabe cómo manejar una bicicleta, pero antes de la ruta de No Quarter el viaje más largo que había hecho en bici era de dos días. Margus y yo lo llevamos a su segunda excursión de dos días en los Chilcotins, pero en cuanto vimos su actitud, su dominio de la bicicleta y su seguridad, nos convencimos y lo incorporamos al equipo.


Agosto de 2017

El equipo estaba ya reunido y McNab tenía una ruta más o menos planificada; había llegado el momento de lanzarnos a la aventura. McNab había dedicado muchas horas a investigar en Google Earth, con mapas topográficos, artículos de viajes y páginas de Instagram de ciclistas de la zona para confeccionar nuestra ruta. Saldríamos desde el arroyo Quartz hasta nuestro depósito de víveres situado en el lago Hobo, y terminaríamos en el albergue de montaña de CMH Bugaboo. Había calculado que recorreríamos unos 25 km al día, es decir, 4 días hasta el depósito de víveres y otros cuatro días hasta el albergue. Como es habitual en él, los cálculos de McNab eran muy, muy optimistas.


Brice ya tenía organizado el viaje desde Sudáfrica, habíamos acordado el calendario del recorrido, teníamos 40 comidas deshidratadas ya compradas, y le había metido 40 psi a mi Genius para compensar el peso de la mochila. Un viaje rápido a Bellingham para recoger la Genius de Brice y ya tenía la furgoneta lista para partir rumbo al Este, hacia Revelstoke. Cuando estoy en la cola para cruzar la frontera con Estados Unidos y solo me quedan dos coches por delante, vibra el móvil: es McNab. “Colega, ha surgido un problemilla” dice. “Mira, estoy a punto de cruzar la frontera, ¿te llamo dentro de un rato?” Le contesto. “Bueno, te tengo que decir que el problema es más grande de lo que te dije: han prohibido el acceso a la montaña,” me comenta con toda la tranquilidad del mundo. Suelto una retahíla de todas las palabrotas que te puedas imaginar, hago el gesto de tirar el móvil por la ventanilla, y en ese momento justo llego al puesto fronterizo. El verano de 2017 fue excepcionalmente seco y caluroso, la receta perfecta para un año de incendios forestales. El servicio de extinción de incendios había cerrado toda la zona del sureste, por donde transcurría la mitad de nuestra ruta. Conseguí ponerme en contacto con Brice cuando faltaban menos de 4 horas para que embarcara en el avión. No teníamos otra opción que estar atentos a las previsiones meteorológicas, hacer la danza de la lluvia y esperar que se levantara la prohibición antes de que comenzara a nevar. Tuvimos que posponer el viaje varias semanas.



Nada valioso es fácil de conseguir; lo que se consigue sin esfuerzo no puede ser valioso

Recuperamos el proyecto de viaje, ha llovido unos cuantos días y la brigada de extinción de incendios nos ha otorgado un permiso especial que nos permite desplazarnos por el área que tenían cerrada. Estamos a mediados de septiembre. Hace unas semanas, cuando planeamos el viaje, ni se nos pasó por la cabeza que pudiéramos pasar frío, pero la ruta se había convertido en una carrera contra la nevada inminente. Después de un vuelo de 43 horas desde Sudáfrica, Brice llega justo el día antes de que entre en vigor nuestro permiso especial y enseguida le informamos de que tenemos previsto partir al día siguiente. Brice encoge los hombros y comenta: “¡No esperaba menos!”


Es esencial no perder el sentido del humor

Empezamos la aventura recorriendo varios kilómetros de camino forestal y 8 km de senderos, el único sendero que esperábamos recorrer en 8 días. En esos momentos, la moral estaba por las nubes. Nos sosegamos, la ruta era fácil y nos dejamos llevar por una falsa sensación de seguridad. Pero entonces llegamos al final del sendero. Optamos por evitar las típicas alforjas y las bolsas para colgar del cuadro de la bici, así que todo lo que necesitábamos lo llevábamos en mochilas, excepto los sacos de dormir ultraligeros Thermarest. Sabíamos que probablemente las bicicletas pasarían más tiempo a los hombros que rodando, así que tardamos poco en descubrir que caminar monte a través con una bicicleta es una tarea lenta, laboriosa y tediosa, aunque las bicis apenas superen los 11 kg de peso. Cayó la noche, montamos el campamento y llegó la hora de la cena.

Los hornillos no funcionaban.


Al principio pensamos que McNab nos quería gastar una broma, pero no era así: los hornillos no funcionaban. Las bombonas estaban llenas, eran del formato correcto y el tipo de combustible era el adecuado, pero no se encendían. Se nos pasó por alto probar estas bombonas concretas con estos hornillos concretos. Había riesgo alto de incendio y no nos atrevíamos a encender una hoguera; imaginaos los titulares de prensa, ‘Unos ciclistas imbéciles incendian los montes Purcell.’ En estas situaciones es cuando es más importante tener un buen sentido del humor. Nadie mencionó la posibilidad de darnos la vuelta, sino que nos dedicamos a hacer bromas con los delicados matices de sabores que encontraríamos en unas comidas liofilizadas frías y mal rehidratadas. Tengo un paladar muy sofisticado y con criterio, y tengo claro que el curry indio frío es, con diferencia, mejor que los fideos tailandeses fríos. Respecto a las gachas frías... ahí entramos ya en otro territorio.


La madre naturaleza también tiene su sentido del humor


Nos despertamos en un prado cubierto de nieve, no tenemos comida y nuestro almacén de provisiones está a dos días de viaje al ritmo que llevamos. El grupo decide que la única opción prudente es una retirada a tiempo y bajar a Golden, Columbia Británica. Arrecia la nevada y tenemos dos opciones: seguimos varias aristas hasta la estación de montaña de Kicking Horse y luego bajamos por el bike park hasta Golden, o seguimos un paso de animales casi desaparecido que baja por el valle con la esperanza de cruzarnos con algún camino forestal (que podría existir, o no), y seguirlo hasta Golden. La nieve empieza a apilarse sobre las bicis y decidimos descartar la opción de las aristas para lanzarnos a bajar por el valle. El paso de animales es ideal para pedalear a buen ritmo durante unos 600 metros, pero ahí se acaba la fiesta y volvemos a avanzar campo a través. Vamos perdiendo altitud, y el bosque es cada vez más denso. Ha sido la ruta campo a través más dura que hemos recorrido en nuestra vida todos los miembros del equipo. Se abrieron las nubes un momento, el tiempo justo para dejarnos ver una zona de monte despejado; vimos que probablemente hubiera un camino en algún lugar más abajo. En un momento dado, Brice se llevó un buen golpe en la rodilla y se rompió varios ligamentos. Ya sabéis cómo es Brice: no nos dijo nada hasta que llegamos al camino.


Un camino forestal, toda una bendición, compartimos momentos de risas y de aventura en la naturaleza: bajamos la guardia pensando que el descenso a Golden sería pan comido. Max susurra con voz baja:“¡un oso, tíos, un oso, JO&%#$! ¡¡¡UN OSO!!!” A unos 5 metros de la cuneta vemos a un oso grizzly enorme masticando hierba. Actuamos inmediatamente: nos colocamos hombro con hombro, con las bicicletas formando una línea de defensa delante de nosotros. Es como si quisiéramos detener un ataque del invasor frente a la muralla de un castillo. Gritamos al oso, levantamos las bicicletas, pero pasa de nosotros y sigue con su merienda. Nos retiramos lentamente, bajan las pulsaciones, nos subimos al sillín y afrontamos el descenso a Golden.


Golden (Columbia Británica), la rodilla de Brice y el ciclismo de montaña por senderos

Sí, damos la impresión de ser unos tipos duros, pero pasar 4 días de travesía por terrenos inhóspitos con la bici a la espalda ha pasado factura a todos los miembros del equipo. Llegamos a la casa de Ian, amigo de McNab, ya entrada la noche, y le contamos nuestras aventuras a nuestro amable anfitrión. Por fortuna, la mujer y los hijos de Ian estaban de visita en casa de unos familiares mientras le dábamos la brasa a Ian con todas las aventuras y penalidades que habíamos pasado en estos 4 días. Después de visitar a Ian, la caravana de desarrapados aterrizó en una casita de montaña cortesía de la temporada baja y la oficina de turismo de Golden. Aquí, en un entorno de lujo, decidimos las diferentes estrategias que teníamos. Todavía no había nevado, aunque había bajado el barómetro y se sentía próxima la llegada del invierno. El equipo estaba como una jauría de perros rabiosos, ansiosos por volver a las aristas. Modificamos la ruta para evitar la cordillera de mayor altitud, Bugaboo, y así volver al depósito donde habíamos dejado víveres, justo al este de nuestra vía de salida. Si conseguíamos terminar esta ruta, habríamos recorrido ¾ de la ruta prevista. Brice no tenía claro que pudiera acompañarnos, tenía que verle la rodilla un profesional. Intentamos concederle el beneficio de la duda, así que decidimos salir a estirar piernas un poco por los espectaculares senderos de Golden. Nos sentó de maravilla dejar en casa las mochilas y lanzarnos a tumba abierta por senderos rápidos, por senderos ciclistas de verdad.


La visita de Brice al médico y al fisioterapeuta le descubrió una nueva perspectiva del sistema de asistencia sanitaria socializada de Canadá y el diagnóstico de rotura de los ligamentos lateral interno, cruzado posterior y cruzado anterior. Brice se retiró de la fase siguiente y partió de vuelta a casa en un viaje de 43 horas. Ya con nuevas bombonas de combustible y hornillos que sometimos a pruebas una y otra vez y cuyo funcionamiento confirmaron de manera independiente cada uno de los miembros del equipo, nos dirigimos a Brisco, Columbia Británica, punto de partida de la segunda fase de la ruta.



La misma pauta

El primer ascenso se parecía a la última salida que habíamos realizado, ya que incluía 10 km por un camino. Fuimos a muy buen ritmo y se notaba que teníamos confianza en nuestras posibilidades. Lo importante era que habíamos demostrado nuestra teoría: sí, se puede elegir una cordillera y recorrerla en bicicleta. Y ahora había llegado el momento de escribir nuestro trabajo final de carrera: ¿hasta dónde se puede llegar? La primera jornada nos sirvió para practicar, porque en la segunda etapa encontramos más aristas de cuchillo, más exposición y más nieve, pero también tuvimos el premio de recorrer algunos de los tramos más espectaculares que he recorrido en mi vida.


Con unos hornillos en buen estado de funcionamiento, la moral subió considerablemente. Sí,vale: un curry indio frío es mucho mejor que unos fideos tailandeses fríos, pero si los calentamos, todo va mejor. Si se trata de alegrar el espíritu, un café latte calentito no tiene ni comparación con un café helado.

El terreno del segundo tramo era mucho más acogedor de lo que esperábamos; más o menos 70/30 al pedal y al hombro. Eran aristas más suaves, con rocas más pequeñas y llevábamos mejor ritmo. A finales del segundo día recorrimos varias trazadas que eran un ejemplo perfecto de la conexión entre el esquí y el ciclismo de montaña. McNab había descubierto una ladera con tres canutos muy estrechos y más empinados que el famoso Deaddog de Golden, donde antes se disputaba el descenso de Red Bull Psychosis. Para sorpresa nuestra, las trazadas estaban despejadas, sin rocas grandes y solo con una barranquera pequeña para que corriera el agua. Fue un momento perfecto.


La cosa se pone interesante

“Subimos esa montaña, seguimos la arista de las cumbres, hacemos cumbre, y ya ahí tomamos un carril que nos lleva de vuelta a la camioneta”, nos comenta como si nada McNab mientras tomamos un café latte calentito. Riga, Max y yo miramos a la arista de la que habla, parece estrecha y bastante expuesta, no tiene muy buena pinta teniendo en cuenta que todavía nos faltan unos kilómetros para llegar. “¿En serio?” Comenta Max nervioso; cree que McNab le está tomando el pelo. Sabemos que tenemos por delante una ruta rompepiernas por cumbres y aristas, así que toca disfrutar a fondo del primer descenso del día. Lo que siguió fue una odisea de 10 horas de cumbre a cumbre y por aristas afiladas como un cuchillo. Más montañismo y luego ciclismo, con cuidado de no perder el equilibrio en las aristas expuestas a desniveles mortales a los dos lados. Íbamos charlando todo el rato, pero era más cuestión de humor negro que otra cosa. Riga estuvo a punto de caer al vacío cuando una roca cedió a su paso. Max lo pasó mal con la exposición y vimos un lado suyo que no conocíamos; también puede ser un compañero callado y reservado. “No puedo grabar vídeo aquí, no puedo ni sacar la cámara, a partir de aquí solo contamos con la Go Pro, chicos,” avisa Max con los ojos como si llevara dos semanas seguidas de fiesta en Ibiza.


Ya se ve el barranco por el que vamos a bajar hasta la camioneta; se acerca el final. Como sucede en toda buena aventura, un paso técnico nos cerraba la vía de salida de este entorno tan vertical. Era un risco de unos 5 metros de altura colgado sobre una arista, como si nos estuviera diciendo “¡Venga, A VER SI SOIS TAN VALIENTES!” McNab se adelanta y nos informa; no se puede rodear el risco por la izquierda, y a la derecha tenemos un precipicio. La cara oeste de la arista estaba cubierta de tierra, mientras que la cara este tenía nieve, pero dejaba el espacio justo para una trazada con la bici por la mitad. Riga, McNab y yo decidimos tomar algunas instantáneas que dieran una idea visual de nuestra ruta de esquí de travesía y ciclismo de montaña. ¡Que se viera bien claro!


Más adelante en esta misma arista vemos a Max, con su mochilón y la bicicleta sobre el hombro, mientras afronta un tramo de la máxima dificultad. Se desplaza con toda la calma y la precisión de un montañero suizo: ni un paso en falso, ni un resbalón, sin desperdiciar ni una caloría de energía. McNab me comenta“Madre mía, no me imaginaba que Max fuera capaz de subir por ahí, y mucho menos en cabeza del grupo. Yo solo había apoyado el pie en dos promontorios, y ya estaba pensando dónde le iba a decir que se podía meter la ruta.” Y yo le respondo: “Bueno, no le digas nada ahora, que ya casi está casi arriba”. Terminamos las fotos y nos dirigimos pedaleando hacia el paso más difícil. Nos colocamos de manera que podamos pasarnos las bicis con la mano. Cuando descubrió que había sido el primero en cruzar el paso técnico más complicado de toda la ruta y que McNab no lo había preparado, a Max le dio un subidón de moral.

Por este tipo de momentos, por esta manera de superar la adversidad; por eso estábamos ahí. Esto era nuestro concepto de aventura. En términos metafóricos, se podía decir que habíamos salido de un lugar donde nos sentíamos seguros, nos habíamos adentrado en lo desconocido y habíamos terminado la aventura con nuevos conocimientos. Era nuestra versión montañera y alpina de un viaje heroico; estábamos reviviendo una historia tan antigua como la humanidad. Éramos vulnerables, estábamos completamente a merced de la montaña, de las inclemencias meteorológicas, de la dinámica del grupo, del equipamiento y de nuestras habilidades. Pero justo para eso habíamos venido hasta aquí…


Postdata: Cada aventura empieza con un objetivo, y aunque no alcanzamos exactamente el objetivo que nos habíamos propuesto, salimos ganando a pesar de no haberlo conseguido. Mientras saboreábamos la primera cerveza en la camioneta, empezamos a tramar el regreso; ya sabemos lo que tenemos que hacer de otra manera diferente la próxima vez y ha comenzado la cuenta atrás hasta el día en que podamos volver. #noquarterfilm #noshortcuts

Puedes ver la película completa aquí .


Post postdata: Antes de salir de viaje, ¡comprueba que los hornillos funcionan! ;)


  • Photos: Margus Riga
  • Video: Max Berkowitz
  • Words: Kevin Landry