Mientras grabábamos todas las tomas que necesitábamos en el camino, empecé a fijarme en las cumbres alpinas que se veían a lo lejos. Sentía la llamada de las alturas, así que no dudé en echarme la bici al hombro y empezamos a subir y grabar el ascenso hasta la arista, con algunas tomas espectaculares por el camino. Cuando alcanzamos la arista, el paisaje de fondo era impresionante; ¿será más verde la hierba al otro lado de la montaña?
El descenso desde la cima fue increíble, bajar en freeride puro—, por piedras donde parece imposible pasar con la bici, derrapando en terraplenes y rodando por dulces praderas alpinas. Hoy en día, con una bici se puede ir prácticamente a cualquier parte.
En los días de descanso, Eric y yo bajábamos al pueblo y nos pasábamos el día en la cafetería editando imágenes, preparando el guión con las imágenes que teníamos, y viendo si nos faltaba alguna toma que tuviéramos pendiente de rodar.
Llevo editando vídeos desde la infancia, he ido creciendo, y he cambiado la forma de afrontar los proyectos. Me he ido alejando del concepto clásico de montaje y aspiro a crear vídeos como a mí me parece que deben ser.
Para mí, un montaje es una serie de tomas con música, sin necesidad de seguir un guión ni una historia, simplemente una recopilación o un revuelto de cosas, digamos. Un vídeo puede tener una audiencia más amplia, cada toma va conectada con la anterior, inspira ideas en los espectadores y, en última instancia, puede aportar un nuevo sentido a tu vida. Un vídeo llega al espectador de principio a fin, recorriendo el espacio y el tiempo.