Ya estaba siendo un año especial para mí. Después de meses de entrenamiento, había decidido ponerme las pilas y lanzarme a por un objetivo que quería desde siempre. Me mudé de casa, repartí mis pertenencias entre varios familiares que pudieran cuidarlas, fue mucho trabajo, pero merecía la pena si quería entrenar en las mejores condiciones junto a otros riders como Jack Moir.
De repente, y sin pensarlo, todo quedaba en el aire y me costó trabajo asumirlo, me hacía muchas preguntas, pero sobre todo me preguntaba “¿y ahora qué?”
Era como si me obligaran a una jubilación forzosa sin tener claro cuándo iba a poder volver a la actividad, y además tenía la sensación de haber perdido mi identidad.
Por mucho que intentara sacudírmelo de encima y recuperar la euforia que sentía antes de ir a Portugal, no había manera.
Por eso, cuando volví a Australia, decidí irme de mi nueva zona de entrenamiento en Newcastle y volver a casa a Victoria para rodearme de la familia e intentar comprender todo lo que estaba pasando.